El tiempo de los lirios
Vicente Valero
Editorial Periférica
2024
224 páginas
Al acabar la lectura del libro, me sentí triste (ya se sabe, post coitum…) y muy agradecido, con la sintonía del autor, su corazón, con la delicadeza de un trabajo bien hecho. Triste, porque el libro había acabado y no quería que acabase, el pico de azúcar seguía y no deseaba que descendiera. Quería seguir disfrutando de la prosa, del estilo suaviter in modo, del tono del libro, aunque sabía por su naturaleza, que sería breve pero intenso, como el resto de su corpus. La frase de la primera página cautiva y sabes e intuyes «cosas que no creeríais, más allá del hombro de Orion». Y, no obstante, me sentí muy agradecido porqué fue un regalo a la inteligencia y a la sensibilidad del lector, mon semblable, mon frère. Uno de esos libros que aparecen muy de vez en vez y que justo por eso provocan tanta atención y admiración. Pequeñas joyas que se les tiene un cariño especial por lo que representan y lo que significan. De hecho, una de las primeras frases que me vino a la cabeza al acabar la lectura fue que era un libro «para los muy cafeteros», para los lectores que les gusta la Literatura, para los gourmets. Un saber literario relacional, preciosista en el detalle, como los códices medievales que tanto admira el autor. Motivo por el cual empecé a enviar Whatsapps a mis amigos para que hicieran su personal aproximación. Había tantas cosas que me acercaban al contenido: la manera de escribir, aparentemente diáfana y sutil que me recordaba la tradición anglosajona del ensayo ameno y transparente, lúcido en la mirada; la pasión y el entusiasmo por la baja Edad Media, por su complejidad; por los hombres que la habitaron, sobre todo los heterodoxos y la atracción que producen los excomulgados de la Iglesia: personas y personajes antisistema; la disidencia como estilo de vida y la coherencia como estandarte; la herejía como respuesta a la homogeneización mental y emocional, motivo por el cual hoy en día es tan necesario volver a las enseñanzas y valores que representaban las personas del libro: Joaquin da Fiore o el propio Francisco de Assis ¿Qué hay de estos personajes en nosotros? El autor empieza esta búsqueda a la vez que nos interpela.
Ciertamente, El tiempo de los lirios es un homenaje muy personal, a las lecturas y a los autores, referentes intelectuales, que han configurado su sensibilidad a la largo de los años, a los auctores favoritos, a sus lecturas. El libro responde a una necesidad profunda que debe ser contada y compartida: el contacto con unos lugares bellos (el centro de Italia) y unas atmósferas que influenciaron en buena parte de la intelectualidad europea. Es maravilloso constatar como la naturaleza, el paisaje (de ahí la palabra ‘país’/paese), configura el alma del ser humano. Y como esta impronta se concreta en la figura de la falacia patética, pudiendo decir que todo el libro es, en cierta manera, el resultado de este estado y de esta contemplación. Pasar revista a un pasado concreto desde la inteligencia del presente. Si se quiere, la obra es un agradecimiento para con la tradición europea más variada, con las luces del pasado que habitan su/nuestro interior, buscando los puentes necesarios que nos son comunes: Simone Weil, G. K. Chesterton, Hermann Hesse, San Francisco de Assis, et alii. La estela de autores es extensa y a la vez necesaria para valorar la finezza del texto: una erudición elegantemente velada, nada gratuita, que aparece en el momento idóneo y que actúa a menudo como la guinda del pastel: se empieza por un recuerdo de infancia viendo un fresco en una catedral o iglesia y se acaba escuchando a Bach: el arte de la observación. Siempre en busca de un destello o pequeño detalle que punzará la memoria y su revelación. Fascina la habilidad con que pasa de la anécdota a la categoría, de una supuesta banalidad desapercibida a primera vista a una reflexión con tintes de su experiencia vivida, un recuerdo furtivo, una lectura pasada o alguna reminiscencia musical: un viaje sensacional, es decir, literalmente, lleno de sensaciones y de atracción por la complicidad y complejidad con lo banal. Para mí es muy importante haber notado esta voluntad y este gusto para participar e incardinarse en la tradición europea del viaje: tanto del viaje físico hecho por la Umbría italiana, como el viaje personal de introspección hecho por el poeta-narrador. Y, de hecho, lo que atrae y lo que fascina del libro es esta conjunción, este equilibrio entre los dos viajes. Y nosotros lectores también le acompañamos viajando entre la sintaxis del texto; frases que me llevaban al estilo de William Faulkner o de Tácito, y que en realidad son muy proustianas.
La consecuencia es, por ende, una escritura que atrapa, hecha de reflexión, por un diletante del siglo XXI, pero con una actitud y alma de principios de siglo XX; utilizar la escritura para razonar y crear belleza a través de las metáforas y de las comparaciones que tanto domina. Hacer, si se quiere, sociología sin ser sociólogo; descubrir lugares fascinantes sin ser una guía de viajes; siempre a través del recuerdo, en el sentido etimológico del término, o sea, a través del sentimiento, «de la imagen pasada por el corazón», todo lo cual hace que hablemos de verdadera literatura, de un re-descubrimiento de una época y un mundo.
Solo porque lectura, vida, mañana, ha sido escritura, muerte, ayer.
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Xavier Ribas, «Xinxó» [Ibiza] licenciado en antropología social y cultural por la Universitat de Barcelona; licenciado en filología catalana y filología clásica. Ha colaborado en la redacción de la Enciclopèdia d’Eivissa i Formentera. Es además profesor de secundaria en diversos institutos de la isla, colaborador en la Universitat de les Illes Balears, así como profesor de catalán de l’EBAP y corrector estilístico en diversas editoriales.