GRIEGO | Theo Dorgan

1
Una luz rasa e intensa atraviesa la alta ventana,
zapatos nuevos resuenan en el parqué pulido,
una ráfaga de polvo de tiza flota en el aire.

La mente llena de verano todavía,
de correr, jugar hurling, espacio.
Otro curso por delante.

La cabeza de un argivo en el libro sin estrenar,
con casco, barba y un templo detrás,
un trirreme abajo en la bahía.

Tinta nueva, papel intacto, el mundo
se abre silenciosamente en el sur.
Donde emigran las golondrinas.

Trescientos hombres y tres hombres.
Esparta. Las islas de Grecia.
Odiseo zarandeado por las olas. Alejandro.

Barcos y vino tinto, sol bajo los pinos,
uva y olivas amargas, ásperos muros luminosos.
Infancia del mundo.

Torre circular en el cuaderno; redacciones antiguas
sobre tormentas invernales, sangre y saqueo.

Vuelvo la espalda al viento del norte,
no me interesan los vikingos ni morir por oro.
El sur se ha apoderado de mi corazón.

Ese invierno supe que éramos pobres,
al subir Fair Hill en la lluvia sesgada
con zapatos agujereados para jugar al hurling en el barro y el frío;
me imaginé envejeciendo allí, en un mundo escaso
y me negué. El sueño de otro lugar prendió en mí.

2
Después, años de la vida que llamamos real.
La cuestión irlandesa, la larga marcha
por el trabajo y el amor,
el asesinato condimenta el viento amargo, nuestras agotadoras
y sinceras discusiones, lento raciocinio;
intentando hacer el bien con pequeños gestos; años
de profundizar donde se vive y ¿qué
es mi país? Tedio y alegría a partes iguales,
la edad acrecentada y la rabia a fuego lento;
trabajo y evasión, trabajo y evasión,
la tensión entre lo que te reclama y lo que eliges.

La gran libertad aparente de nuestro oficio:
lo inventamos todo. Las palabras me eligen
y las acepto, erguido y terco:
Sunión, Shandon, Hermes, Atenas, hogar.

Las redes de las que huimos y hallamos; lo que nos encuentra.

El hogar está donde se ensancha el corazón,
y ella tiene mi corazón, al que apenas esperaba conocer,
sus pasos se acomodan a los míos con dulce avenencia
donde los botes aproan en el muelle
y el cordero ensartado humea por la noche
mientras desciframos el alfabeto, familiar y desconocido,
el calor del día suaviza los huesos al anochecer.

3
Soñaba con las empinadas callejuelas de Ereo
cuando subía las de mi ciudad natal.
Los barcos al atardecer en las calles de El Pireo
eran los barcos cargados de noche en el muelle Penrose.
En el promontorio de arcilla de Fountainstown los pinos
se elevaban con la profunda soledad de los de Therma,
soy todavía ese niño, en dos sitios a la vez
que restriega el pie y sobrevuela los tejados.

Me tumbo bajo la luna del cazador,
el aire preñado de polen, la isla un murmullo,
para comentar el día desde que nos hemos despertado
en el frescor de la mañana, el día perfumado de resina.
Desayuno en el cafeneion, miel y yogur,
tus ojos tan fríos como el Egeo al fondo, tu mano
que busca la mía cuando nos sentamos de costado al mar.

Anoche soñé que estábamos en Kato Zakros,
paseando por las ruinas de los palacios a la luz de la luna,
los taxis impacientes en la última taberna, los camareros
hablaban de Dublín con alguien quemado por el sol.

El pescado en Shandon relucía sobre el borde iluminado del cerro,
hurlers chocando hombros y gritando en la playa pedregosa.

El cartero nos ha despertado, has puesto un dedo en mis labios
y has sonreído: «kali mera1 —has dicho—, kali mera, mi amor».

4
Vamos y venimos.

Vivir no es tan sencillo como cruzar el mar.
La voz de la que huyes a veces te encuentra.

Al regresar de Agios Kyricos, ¿cuándo?, ¿hace dos días?
Sacudido por las olas y sereno con una canción en la mente.

Torann na dtonn le sleasaibh na long
ag tarraingt go teann’n ár gcann fé sheol
2.

El aula de nuevo, una amplia perspectiva se abre hacia atrás
las colinas de West Cork, esa costa profundamente dentada
y barcos en el mar, que llegan desde el sur y el oeste,
desde el este: el influjo azul de la historia, el reflujo del comercio.

Al arriar velas esta mañana en las calles frente a El Pireo,
en mi interior un anciano adujaba los cabos.

La amiga de Therma pasea con nosotros por el ágora,
hay algo de mi madre en ella,
lo sopesa todo, atrapada en el remolino de la conversación,
ojos brillantes y vivaces, su mano el pico de un ave
raudo para palpar la fruta o sacar monedas del bolso.
Y algo de mi padre en Stephanos, cuando nada
en Agriolykos, ojos azules apacibles, fuerte a los ochenta.

Sintonizaste la melodía en mis pensamientos, murmuraste
Measaim gur súbhach don Mhumhain an fhuaim3
tus dedos se aferraron a los míos; lo vi claro:

Mi país no es lo mismo que mi lugar.

Entre un momento y el siguiente, una bocanada de dicha.
Acomodamos el paso, pasamos de la luz a la sombra
y a la luz otra vez, en el bochorno del tráfico,
en el vaivén de la conversación por donde paseó Platón.
Un día cualquiera en la Atenas de Munster, suaves vocales del Ática,
aula de polis y templo, cuna del pensamiento.

La ciudad blanca de la infancia es la misma en todas partes.
Esta vida profundamente dentada es la misma en todas partes.

Begin, Begin Again

He vuelto a La Canea de nuevo
pero, de repente, cargado de años.
Las chicas de bronce pasan en parejas,
casi a través de mí.

¿Soy un fantasma en el aire nocturno?

Esta mañana he despertado en El Pireo para tomar el barco,
y al vestirme he pensado en el otro ferri
que tomaré dentro de poco. Sorprendido,
me he parado entre sorbo y sorbo de café.

Huesos viejos, querido corazón palpitante,
cuántas mujeres han apoyado riéndose
la cabeza en ese pulso,
algunas polvo ya, otras
un misterio, madres, abuelas.

No ha sido lo que esperábamos.

Me falta aliento para describirlo; las vidas
que tuvimos, ágiles como las de las chicas de bronce
o los jóvenes veloces que abarrotan la plaza,
eternidad en toda respiración y mirada.
Creía que mi vida era un catálogo de pérdidas,
ahora, sin querer, la veo como ganancias;
Arrebatado por la esperanza, aturdido, tanta risa
y amor, tanta alegría regresada.

Return to Hania

En el mito de Platón nos encontramos en una caverna amplia,
numerosos y murmurantes en la oscuridad.
Por la entrada, en solemne procesión
pasan hombres y mujeres portando estatuas; un perro ladra
a lo lejos, las cigarras conversan, la luz es intensa pero agradable
conforme las sucesivas imágenes se graban en la mente.

El mito, muthos, el aliento de la realidad
el mundo, concebido idealmente, respira y después canta.
Luz en todas partes, luz afuera,
el mundo se presenta como un recuerdo.

Es el orden soñado por un autócrata,
los poetas desterrados, el gobierno del mejor.
Mi mente reflexiona, da vueltas y pregunta:
¿Qué estatuas son? ¿Quién las ha fabricado?
¿En qué orden se transportan?
¿Quién adoctrinó a los porteadores? Y,
¿qué hemos de aprender?

Yo lo veo así: nos revolvemos en la oscuridad,
nos alzamos y damos vueltas, la conversación comienza.
Una mujer avanza hasta la boca de la cueva,
se estira, sale a la luz primigenia.

Plato’s Myth

La llaman la garganta de la Muerte.
En lo alto, las cuevas sepulcrales
horadadas en la roca amarilla.

Arena en el suelo y polvo, todo límpido, preciso.
Tus sandalias tropiezan aquí, allí y más allá
claridad hipnótica de piedra y asfódelo,

idéntico al azul del pañuelo que te sujeta el pelo.
Llevas un bastón combado como un arco,
y tu aura centellea, despides luz.

Marcas el paso constante del cazador, listo para ir
donde sea, para arriesgarlo todo instintivamente,
y yo necesito agua, necesito ánimo, necesito descansar.

Sigo la bandera azul y tu pelo,
tu cabeza un pájaro luminoso que atraviesa la garganta
que se detiene una, otra, incontables veces.

Fragmentos de vasijas, parte de la boca, un trozo de asa
me agacho para recogerlos, el sol entre los altos muros
y mi cabeza tensa por el calor.

Agito mis talismanes confiando en que te vuelvas,
ensucio la huella del alfarero con la mía.
Qué diáfano todo, ni un soplo de viento

hasta que me golpeas los pulmones con la mirada.
Los corazones dan un vuelco, lo sé, lo siento, todavía lo siento
aquí en la oscuridad, siguiéndote a través de la luz del sol.

Kato Zakros

  1. «Buenos días» en griego. ↩︎
  2. El retumbar de las olas en los costados del barco que se acerca a toda vela. ↩︎
  3. Creo que la noticia será bien recibida en Munster. ↩︎

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Theo Dorgan [Cork, 1953] es poeta, novelista, editor, ensayista, guionista y traductor irlandés. Es licenciado en Inglés y Filosofía por la University College Cork y tiene además una Maestría en Arte en la misma casa de estudios. Entre sus libros de poemas destacan The Ordinary House of Love (1990); Sappho’s Daughter (1998); GREEK (2010); Orpheus (2018). Sus poemas han sido traducidos al francés, español, italiano, rumano, ruso, griego, japonés, esloveno, alemán y portugués. Su novela Making Way fue publicada en 2013. Es miembro de Aosdána.