Skippy muere
Paul Murray
Editorial Pálido fuego
2020
666 páginas
El irlandés Paul Murray ha publicado recientemente La picadura de la abeja de la mano de una grande, la actualmente malograda Editorial Anagrama, y ya se han llenado las publicaciones literarias de reseñas y recomendaciones de la novela. Pero yo no quiero hablar, al menos hoy, de La picadura de la abeja. Entre otras cosas porque no podría, ya que el volumen está engrosando el pilar de libros pendientes al lado de mi cama y precisamente porque se ha hablado y se hablará mucho de La picadura de la abeja. Ya se encarga el departamento de marketing de la todopoderosa casa editorial de que así sea.
Yo quiero hablar de Skippy muere que es una novela también, un novelón de hecho, con más de 600 páginas, del mismo autor, publicada en 2020 por la no tan conocida, pero terriblemente solvente Pálido Fuego. Y sí, ya sé que han pasado cinco años y no es novedad y tal y cual… pero por lo que sea (que sí, que fue la pandemia) en el 2020 a mí se me despistó su publicación y ha caído en mis manos más recientemente.
A priori, el argumento de Skippy muere podría parecer una novela para adolescentes. Está protagonizada por ellos y transcurre en el interior de un internado masculino irlandés, ambientada más o menos en los primeros años del 2000. El nuevo siglo llegó y un internado católico como Seabrook ya no puede ser como antes, se resquebraja por la falta de vocación eclesiástica, la avanzada edad de los pocos curas que quedan como docentes activos y a todo esto se unen amenazas del exterior como el auge de las pantallas, las drogas o algo mucho más atávico: el colegio femenino cercano.
Skippy muere, Murray no hace de eso ningún misterio y por si con el título no te ha quedado claro y aún piensas que es algún tipo de metáfora, ya se encarga de constatarlo en las dos primeras páginas del libro con la descripción del trágico suceso que, a priori, deja frío al lector que aún no conoce a Skippy ni sus circunstancias.
En las dos primeras partes del libro Murray vuelve atrás y relata los últimos meses de vida de Skippy y los acontecimientos que, como no puede ignorar el lector, terminarán inevitablemente con su vida. Pero Murray crea una novela coral, donde si bien Skippy acapara gran parte del protagonismo, no lo hace solo. Así se le unen sus compañeros: desde el gordo superdotado (en el 2000 aún se decía superdotado, lo de las altas capacidades llegó algo más tarde) hasta los malotes que se introducen en el tráfico de drogas. Y también se le unen sus profesores: treintañeros estancados en crisis vitales arrastrando complejos desde que eran como Skippy, ancianos sacerdotes con claras tendencias pederastas o el propio director del centro y su esposa, un matrimonio laico que pretende revolucionar la institución escolar aun cuando no tiene asegurada su permanencia en el puesto.
Obviamente, se abordan los temas clásicos en narrativas con personajes adolescentes: la búsqueda de la propia identidad, el amor, la relación con los adultos en general y los progenitores en particular, la camaradería, la inseguridad, la duda… Pero Murray va más allá y equipara con claridad los problemas de sus personajes jóvenes con los problemas de sus personajes adultos, que no son tan diferentes. El profesor de historia y sus frustradas relaciones emocionales, el profesor de educación física luchando contra quién es, en contraposición con quién quiere aparentar que es, la frivolidad de la profesora sustituta (¡qué fácil es fingir que te importan los alumnos cuando te vas a ir en unos días!), el ansia reformista del director y su cruzada por estabilizar su empleo.
La narrativa de Murray es una montaña rusa que aborda estas cuestiones densas, a menudo trágicas (abuso sexual, consumo de drogas, anorexia, suicidio…) con una dosis tras otra de sentido del humor. Hay capítulos y situaciones sencillamente hilarantes y consigue mantener la tensión y la conexión con los personajes en todo momento. Porque a pesar de esta profusión de personajes que podría perder al lector en un confuso mar de información, Murray crea un universo perfectamente definido, donde el lector se siente uno más, conoce e identifica a la perfección a todos habitantes del universo Seabrook que construye Murray.
Skippy muere es una lectura potentísima que crece a medida que avanza el libro. De hecho, la última parte centrada ya en los hechos después de la desaparición de Skippy, equivale a un espectáculo continuo, un despliegue narrativo que encadena una situación tras otra dejando claro el vacío irremplazable que sucede en el pequeño mundo de cualquiera cuando falta una sola de sus piezas. Y a pesar de todos los componentes de dicho vacío: la muerte, la enfermedad mental, el duelo, la culpa, la esperanza desgarradora de cambio… Murray sigue tirando de humor para arrastrar al lector hasta la última página en una profusión de escenas esperpénticas que rayan en la comedia del absurdo.
Y al acabar la lectura sí, llega al final la tristeza y la nostalgia, porque sin duda, no querrán olvidar esta lectura.
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Ainara Del Hoyo [Bilbao, 1981] reside actualmente en un pequeño pueblo cántabro. Es diplomada en Educación Social y en Dirección Cinematográfica. Participa como poeta en recitales en Barcelona y Madrid desde el 2013. Ha publicado en las antologías anuales del colectivo poético Prostíbulo Poético desde 2015 con el Libro Rojo vol. 6 hasta el último Libro Rojo vol. 14 que vio la luz en 2023. Publicó también poemas en los fanzines literarios Monográfico, Rilhafoles y Excodra. Colaboró con traducciones en la web literaria de La Galla Ciencia www.lagallaciencia.com Organizaba y presentaba, junto a la poeta Laura García de Lucas, los recitales Semillas de Poesía en Madrid durante los años 2016 y 2017.